
Dirección Madrid. Mediados de agosto, poquita gente y misteriosamente un fresquito y un viento inusual para esa época.
Hace más de un mes me quedé con las ganas de hacer una ruta por la sierra del Guadarrama después de ver lo que por allí existía, cuando subí a hacer el despiece de la EX5. Así que, aprovechando la generosidad de unos amigos cuyo domicilio laboral se encuentra en Cercedilla (vaya dos pepinos que nos cedieron), y aporvechando también que mi hermano vive en Madrid, organizamos una rutilla circular desde Cercedilla para subir a Navacerrada y bajar por el renombrado sendero Whisler.
Para ello fueron necesarios tres días de trayectos entre Atocha y Cercedilla, para recoger las bicis, para hacer la ruta y el último para devolverlas. Y mereció la pena.

Si vas a hacer esto mejor llévate música o en su defecto un libro.
No conocíamos los caminos, así que un poco de búsqueda, intentar recordar todo o que nos dijeron dos días antes con el mapa delante y un poco de instinto.
Muy bonitos senderos los que por allí suben, algunos de ellos te hacen lloriquear más de la cuenta, como la antigua calzada romana que ahora es una auténtica agonía subirla.

Parada para mear en mitad de la subida del sendero Schmidt y... anda! mira que sitio mas chulo para una foto!!! (quien dice una dice veinte).

Esta es la foto del fin de semana.
El sendero Schmidt con el que contacta es una pasada recorrerlo hasta llegar al puerto de Navacerrada (sobre todo si llevas una Genius de 150mm como me tocó a mí). Antes de ello pasamos por la Fuenfría, y por fín nos hacíamos un mapa mental para no perdernos.

Esto es justo antes de llegar a la Fuenfría. Había una pista forestal que te lleva allí sin problemas, pero como somos mas del campo que un Land Rover acabamos subiendo por una vereda 100% piedras y 100% machacante. Las vistas geniales.

Justo antes de llegar al fin de la subida. La EX5, una vieja amiga mía que volvía a acompañarnos.
Allí arriba, en un momento de tranquilidad y en el cual nos planteábamos sentarnos en una de las terrazas mas altas del puerto a tomarnos algo, un transeunte vestido de atleta y sus dos amigos que se unieron empezaron a lavarnos el cerebro para que subiéramos a la cada vez más conocida Bola del Mundo, el punto más alto de por allí y en el cual este año termina una etapa de la vuelta ciclista a España.
Aunque las fuerzas de mi hermano no acompañaban (es lo que tiene mas de un año y medio sin coger una bici) al final la presión de mi asiática mirada le pudo y se lanzó hacia el comienzo de la subida. Intentamos subir por un camino en lugar de por el asfalto, aún sabiendo que solo se puede subir por el asfalto (eso nos dijeron muchas veces). Al final terminamos comiendo en un bonito picacho con unas vistas de postal, con las 4 torres madrileñas asomando entre la bruma radioactiva que cubre la urbe. Y abandonando la idea de llear hasta la Bola.


No hay comida que sepa mejor que la que te zampas sentado en el campo, con hambre, sed y cansancio.
Y justo después de eso, empieza la bajada hasta Cercedilla, casi 100% de desnivel favorable y con obstáculos muy divertidos, en los cuales alguno se sentía Steve Peat pero sin la bici y la técnica de Steve Peat y terminaba besando la tierra del Guadarrama.

La verdad que el sendero merece la pena bajarlo porque es técnico, rápido y divertido, sin llegar a ser un circuito de descenso. Y si puedes hacerlo con una doble de 150mm se hace perfecto.

Aquí todo es disfrutar.

Fin de la ruta, en la casa de nuestros amigos.

Como no, las cervecillas mientras esperamos al cercanías. Aquí está el único perro que ha ido a recoger chapapote. Sus dueños no creo que les hiciera gracia.
PD: aquí los bares son curiosos y van al revés, cuanto más pides peores son las tapas (hasta su ausencia).
Y al llegar de nuevo a Madrid, un poco de turismo con helado de pijo incluído (osea caro pero muy rico) antes de ir a casa, que para eso es verano y las tardes largas.

Agosto es un mes raro. Puedes pedalear si problemas por el centro de Madrid, moverte por las grandes avenidas sin pelearte con el tráfico y hasta pasar frío por la noche.
Esto hay que repetirlo.